ANTIMANIFIESTO PARÓDICO A FAVOR DE UNA ARQUITECTURA PLURAL.
Me gusta que las arquitecturas sean inteligentes y tengan carácter. Las
amo como se ama a una época, a una civilización. Como signo
revelador de los talentos, las preocupaciones estéticas y prácticas. Las
amo, sobre todo, como petrificaciones de un instante de imaginación.
También las amo en tanto que intenciones realistas. Como resultado de un
acto de voluntad y maestría. Como atestado de una propuesta que ha
sabido hacerse admitir para existir. Las amo como ilustraciones fechadas
de los límites de lo posible. Las juzgo como testigos de consensos
económicos y culturales.
Estoy dispuesto a amar muchas. Puras e impuras. Virtuosas y prostitutas.
Espontáneas y sofisticadas. Desnudas y engalanadas . Proletarias y
burguesas. ¡Con tal de que estén vivas! ¡Me horrorizan las momias y las
resucitadas! Dejemos a Frankenstein con su novia… ¡Con tal que sean
tolerantes! Esclava busca ama, ¡no me da la talla! La relación de tipo
sadomasoquista de las que imponen su modo de vida y que hacen
demostración ostensible de su fuerza de manera perpetua, ¡no gracias!…
¡Con tal de que sean inteligentes! ¡Uno se llega a cansar hasta de las
idiotas más preciosas! Si tienen alma, ¡no pasa nada! Si son cultas y no
hacen alarde de su saber, las escucharé. Si son sabias iré a visitarlas
y me interesaré por sus descubrimientos… De paso, las prefiero bellas,
aunque parece que ya no están de moda, ¡pero yo no logro acostumbrarme!
Cuando digo bella, no tienen que ser Marilyn necesariamente, quiero
decir con encanto y con pequeños defectos interesantes del tipo Barbra
Streisand, por ejemplo.
No me gusta imaginármelas como sistemas, como robots hechos de las
mismas piezas intercambiables, bien programados para responder a
preguntas limitadas. Prefiero concebirlas únicas, con cualidades y
pequeños defectos a cuestas, inscritos en su patrimonio genético.
Frágiles y mortales, necesitadas de amor, cuidados y atenciones. Con un
destino incierto, como todo el mundo, vinculado a los vaivenes de la
suerte y a la comunidad a la que pertenecen. Las amo por ellas mismas,
por sus personalidades singulares. Tengo debilidad por las que están al
último grito, sensibles a la estética del tiempo, influidas por la
literatura, los cómics, la televisión, el cine, la fotografía y la
creación artística del momento; haciendo uso con discernimiento de los
aparatos electrónicos “de moda” y de las invenciones más recientes en
todos los aspectos de la vida para facilitársela y hacérsela feliz. Me
interesan las intelectuales que saben cómo están hechas, que se plantean
preguntas existenciales: ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy? Las que se
organizan para explotar al máximo sus cualidades y sus defectos,
conscientes de la importancia de su inconsciente.
No pierdo la esperanza de conocer a muchas… De una u otra, asumo las
rupturas y soy el campeón del pluralismo. Añado las demás a la una y a
la otra. A la negra y a la blanca les añado todos los colores, todos los
matices, los recargados y abigarrados. No tiene diferentes. Más que
pasear una u otra, una y otra en cada ciudad, en cada puerto, elijo
sobre el terreno, de entre las demás. Varias es más seguro.
JEAN NOUVEL
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